Hace poco tuve un problema de riñón y sólo entonces tomé conciencia de que tenía riñones. Hasta que no tenemos un problema con un órgano no nos acordamos de él. Por tanto, no hacemos el ejercicio consciente de valorar lo que supone que funcione bien. Pasa lo mismo con cada una de las maravillas que podemos hacer muchas personas con nuestros cuerpos y con nuestras vidas; estamos tan habituados a ellas, que no somos concientes de su existencia: caminar, coger cosas, escribir, sortear un obstáculo con un pequeño salto o ligero movimiento de cadera, hablar, dar la mano o una pequeña palmada en el hombro a alguien, expresando amistad o comprensión ante una situación dada. Una gran parte de la humanidad puede hacer incluso algo impresionante: bailar, expresar con los movimientos del cuerpo lo que una determinada música les sugiere.
Creo que sólo con esta mirada consciente a la belleza de la movilidad, podemos comprender en toda su trascendencia qué significa no tener pleno control de tus movimientos, de tu cuerpo. Y sólo desde ahí, podemos empatizar y prepararnos para la verdadera igualdad: aquella basada en el principio básico de que todos somos personas dignas de la misma calidad de vida felicidad. Tomemos conciencia de la maravilla que supone poder subir y bajar una escalera, hacer un giro de 360º, mandar un correo electrónico o abrir una ventana con las propias manos; así nos pondremos fácilmente en el lugar del que no puede hacerlo y buscaremos la forma de equipararnos a él en lo más básico: nuestra humanidad y la dignidad que compartimos.
Por cierto, el pasado lunes 17 tuvimos reunión de la asociación y, al final, hablamos de cómo dar solución al severo problema de movilidad al que se enfrenta Félix en los últimos meses. A ver si encontramos una solución pronto y Félix puede seguir desarrollando su actividad satisfactoriamente; esto es, siendo feliz plenamente. Os dejo la foto que nos hicimos a la salida del encuentro:
Falta Olga, que se fue un poco antes |
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